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La pantalla

Un hombre trabaja en una oficina. Está delante de un teclado mirando la pantalla de un ordenador. Está serio. Sus ojos están fijos en la pantalla, pero revelan que su mente se encuentra muy lejos. Se oyen de fondo voces de gente conversando mientras que teclea y mira la pantalla.

El hombre está sentado en un vagón del metro. Podemos oír los sonidos típicos aquí: dos personas hablando a su lado, el chirriar de las ruedas, el traqueteo de los vagones. Mientras, su mirada está posada en un punto entre el asiento de enfrente y el suelo.

Nuestro hombre ahora está en el parque. Está recostado en un banco y fumando. Mira hacia arriba y contempla el humo de su cigarrillo. El sol se está poniendo y en el parque reina una melodía formada por las risas y los chillidos de los niños jugando, el canto de los pájaros y el murmullo del agua manando de las fuentes.

Es de noche y el hombre introduce una llave dentro de una cerradura. La gira, abre una puerta y entra en una casa. Una mujer está sentada en un sofá con un bebé dormido en sus brazos.

-Llegas tarde, cariño- Dice la mujer.

-Lo siento, pero hay mucho lío en la oficina. La compañía está en una situación delicada- Responde el hombre.

-No te preocupes. Voy a llevar a Tommy a la cama. Estoy cansada.

-Muy bien. Yo voy a la cocina a comer algo.

El hombre está terminando de subir unas escaleras y llega a un pasillo. Ahí abre una puerta lentamente y mira al bebé durmiendo en una cuna. La luz de la luna, que pasa a través de una ventana con la persiana medio bajada, lo ilumina. El hombre cierra la puerta. Camina hacia otra habitación y abre la puerta. Se desviste y se mete en una cama. Se tiende boca arriba al lado de la mujer. Puede sentir su respiración. Los ojos del hombre están abiertos y fijos en el techo.

Un nuevo día. El hombre está conduciendo. Dirige la mirada al espejo retrovisor del coche y contempla al bebé sentado en su sillita. Al poco tiempo aparca el coche y para el motor. Coloca al bebé en su carrito y lo lleva hacia la entrada de una guardería. Antes de entrar se coloca de rodillas enfrente del bebé y le besa. –Adiós, Tommy- Dice.

El hombre conduce ahora por una carretera de montaña. De vez en cuando, continúa posando sus ojos en el espejo retrovisor en la misma dirección de antes. Instantes después para el coche. Se baja y mira a su alrededor. Está solo en un pequeño aparcamiento de montaña. Domina el silencio. El hombre sonríe con tristeza.

Ahora está sentado encima de una roca que se levanta en el borde de un precipicio. Está mirando el río que atraviesa el estrecho valle verde que se extiende varios cientos de metros debajo de él. Hay algunos picos nevados a su espalda. El cielo está totalmente azul y el sol brilla con intensidad. Se puede escuchar el silbido del viento y el discurrir de los arroyos. El hombre mete su mano en un bolsillo y saca una pequeña caja. La abre. Hay tres pastillas dentro. Las coge y posa la caja encima de la roca. Alcanza una botella de agua con la otra mano. De repente, escucha el graznido de un ave. Transmite desesperación. Parece provenir de un polluelo que se halla algunos metros debajo de la roca donde el hombre permanece. Pocos segundos después, divisa un gran pájaro dirigiéndose hacia ese lugar. Este pájaro desaparece debajo de él y el graznido cesa. El hombre contempla el horizonte.

El hombre abre la puerta del coche y entra. Empieza a conducir y detiene la mirada en el retrovisor. Llora.

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