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Yago y la cárcel

¡Uf! Os lo voy a contar porque ya han pasado unos días, pero hasta ahora no se lo he podido contar a nadie, a nadie. ¡Menuda angustia! Ni siquiera me atrevía a decírselo a mi papá Dari.

¡Pensé que me llevaban a la cárcel! He llorado un montón, quería irme a casa de la abuela, incluso no quise comer y solo pensaba en ir a la cama. No quería hablar con nadie ni ver a nadie. Si fuera mayor, podría decir que casi me cago de miedo, pero como el tema del pis y las cacas todavía me trae problemas, mejor no lo digo, no sea que encima mi madre me riña y empecemos con otro tema.

La verdad es que no sé muy bien qué ha pasado. Solo sé que estábamos jugando en en el teleclub y un señor empezó a reñirme y a decirme que iba a llamar a los guardias de Carrión para que me llevaran a la cárcel. Decía que yo era un niño malo y que los niños malos acaban en el cuartelillo (que no sé lo que es pero da mucho miedo) Me llamó hasta demonio de niño. Y eso que yo, ¡yo solo me había puesto una gorra en el teleclub que resultó ser de ese señor! ¡Yo no quería quitarle la gorra, ni siquiera sabía que era de él!

Si habéis leído cuentos, sabréis cómo son los ogros, ¿no? Enormes, peludos, feos y con dientes sucios. Pues este señor tenía cara de ogro. Empezó a mirarme mal, como cuando los ogros se quieren comer a los niños, a hablarme alto y a decirme que iba a llamar a los guardias para que se llevaran al ladrón. Hubo un momento en que pensé que me iba a coger por el brazo y me iba a llevar arrastrando. O peor aún, llegué a pensar que me cogía del brazo para comerme…

¡Y resultó que el ladrón era yo, y yo no me había dado cuenta! El señor siguió riñéndome y mi mamá no me defendía y Martín estaba callado, muy callado y me miraba con cara de mucha pena y algo de miedo. A Martín, como a mí, también le dan miedo los ogros.

Entonces yo quise irme a casa de la abuela. El ogro decía que no podía irme, que tenía que esperar a que llegara el coche de la policía y les dijera lo que había hecho. ¡Si yo no había hecho nada! Yo ya estaba muy nervioso y casi, casi lloraba, empecé a dar patadas, puñetazos y a moverme muy rápido (incluso pensé en escupir al ogro para que me soltara, pero me lo pensé mejor porque mi mamá me riñe mucho cuando escupo). Al final conseguí soltarme y le llamé tonto y muy tonto pero en bajito porque no quería que me oyera para que no se enfadara más. Salí pitando antes de que viniera la poli.

Cuando entré en casa mi abuela, me preguntó que qué me pasaba, que por qué estaba rojo y llorando. Yo solo decía que me quería ir a la cama. La abuela pensó que ya me había puesto enfermo y que teníamos que ir al médico, pero mi mamá le dijo que yo no estaba enfermo, solo que estaba muy preocupado porque seguramente vendría la guardia civil para llevarme a la cárcel de Carrión o a la de Palencia porque le había robado la gorra a un señor del teleclub. ¡Lo de la gorra era mentira y mi mamá se lo había creído!

Entonces, empecé a decirle a la abuela que yo no había hecho nada malo (no había pegado a nadie, ni le había quitado las aceitunas a los mayores, ni había comido los gusanitos que se había comido al suelo, ni había tirado al suelo el vaso de acuarius, ni había apagado y ni encendido la luz, no había llamado tonto a nadie…), que yo solo me había puesto una gorra que había visto en el teleclub. Y, de repente, sucedió que llamaron a la puerta de la calle y mamá dijo:

-Los guardias.

Entonces empecé a llorar como no he llorado en mi vida (creo que hice un charco en el pasillo de la abuela que tuvo que limpiarlo con la fregona) y a decir que yo no me quería ir de casa de la abuela, que yo no quería ver a los guardias y que no abrieran la puerta. Y me agarré con mucha fuerza a mi abuela hasta que mi abuela.

Menos mal que cuando abrieron la puerta no había nadie: ni guardias ni policías.

Para entonces yo ya me había ido solito a la cama y había cerrado los ojos muy fuerte para dormirme muy pronto y poder olvidarme de todo. Y cuando me estaba durmiendo, vino Martín y me dio un beso y me dijo en bajito que él no iba a abrir la puerta a nadie.

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