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Se acabó la Navidad

Acabadas las navidades, Yago ya ha vuelto a clase, y aunque el último día de vacaciones se lo pasó diciendo a su mamá que no quería volver, la vuelta no ha sido traumática; parece que tenía ganas de ver a sus compañeros de clase. Le hemos preguntado qué ha hecho durante las Navidades y nos han contado todo esto.

Estas navidades he aprendido muchas cosas.

La primera es que en navidades te dan vacaciones, que son esos días en los que tu mamá te deja dormir mucho porque no tienes que ir a la escuela, y en los que te deja con quien puede porque ella y papá Dari sí que tienen que trabajar. A Martín y a mí siempre nos dejan con la abuela y los tíos.

En las Navidades, te viene a visitar mucha gente a tu casa, gente muy importante, y vienen de sitios muy raros para traerte regalitos: un señor de Laponia que se llama Papá Noel y otros señores de Oriente que vienen en camellos. Mi mamá me ha explicado que Laponia está más lejos que Madrid, y que Oriente está más lejos que Peñíscola, que es el sitio donde vamos en verano.

Yo al principio no me creía que me viniese a visitar gente para traerme regalos, pero se lo pregunté a mi hermano Martín y me dijo que sí, que traían regalos de verdad (aunque a veces también te traían ropa). Pensé que lo de los regalitos era una estrategia de mi mamá para que me portara bien: todo el tiempo andaba diciéndome que si me portaba mal no vendría papá Noel, que si no me peinaba no vendrían los Reyes, que si cambiaba la tele me traerían una muñeca… al final tuve que creérmelo. Hubo un día que tuve que comerme un plato de alcachofas y dos filetes de pescado para no hacer enfadar a los Reyes: alcachofas, dos filetes y un yogur con trozos de fruta. Como tarden mucho en venir –pensé- me voy a poner de gordo como Papá Noel.

Mi tía Rebe me contó un secreto que no se puede contar. Mi tío David vino más tarde a cuidarnos porque, como no tiene niños, le llamó Papá Noel para que le ayudara a repartir los regalos. El caso es que mi tío David llevaba mucho tiempo dejándose barba y no nos había dicho que era para parecerse a Papá Noel. Entonces llamaron desde Laponia al móvil de David y Noel le pidió que le ayudara. Le dijo que tenía que conducir un trineo cargado de patinetes hasta las casas de los niños que habían pedido uno en la carta. Martín y yo nos hemos arrepentido mucho de no haber pedido un patinete: hubiera venido mi tío desde Laponia en trineo a San Mamés y hubiéramos conocido a Rudolf.

Al final mi tío vino en tren a Palencia y Papá Noel no sé cómo vino, porque no le vi, pero me dejó muchos regalos, incluida la muñeca que decía mi mamá que me iba a traer si cambiaba la tele. ¡Se ve que ese día me pilló con el mando en la mano! ¡O igual se chivó mi mamá porque ella no quería ver La patrulla canina!

Después de Papá Noel tenía que seguir portándome bien porque todavía tenían que venir los Reyes. Mi mamá seguía a lo suyo: que si no te pones la bufanda te van a traer carbón, que si no recoges los juguetes te van a traer un pijama… ¡Es duro portarse bien en el Teleclub cuando te ponen un plato de aceitunas y tienes que dejar que los demás cojan más de una!

Para demostrar a los Reyes que yo había sido bueno he tenido que pasar mucho tiempo con ellos. Mi papá Dari me llevo a un centro comercial de Valladolid para hablar con ellos. Tuve que sentarme en las rodillas de Baltasar un buen rato. ¡Y pasé un poco de miedo! Baltasar resultó ser un tipo listo: me dijo que me había peleado con mi hermano, que no obedecía a los abuelos, que veía mucho la tele… Me vi obligado a prometerle no pelearme más, pero al día siguiente se me olvidó, y cuando Martín no me dejó jugar con su tablet me peleé con él. Mi papá, en aquel momento, dijo:

-A Yago los Reyes le van a traer un pijama.

Y de repente me acordé de Baltasar. Le dije a mamá que teníamos que ir a hablar otra vez con los Reyes porque tenía que pedirle a Baltasar que me perdonara y que ya no me iba a pelear más, que ahora era de verdad, aunque lo que de verdad quería decirle es que yo no quería que me regalara un pijama. Menos mal que mi papá Darío me llevó a la cabalgata, aunque no pude hablar con ningún Rey. Había mucha gente y solo me dijeron adiós.

Así que a mi papá, una vez más, le tocó llevarme a ver a los Reyes, porque yo andaba muy preocupado con el asunto del pijama. Esta vez mi papá me llevó al teatro de Carrión. Yo quería hablar con Baltasar pero me tocó sentarse con Gaspar –que según Martín, se llama igual que un futbolista de un equipo de fútbol con camiseta amarilla-. A Gaspar le dije que le dijera a Baltasar que me perdonase, y que ya no me iba a pelear más con mi hermano.

Gaspar sí que debió decírselo a Baltasar porque cuando me desperté y vi los regalos, no me encontré un pijama, sino un gran camión de la basura ¡¡¡Lo que yo había pedido!!! Al lado del camión había unos libros. Mi mamá me dijo que también me los habían traído los Reyes, pero yo sé que esos me los había comprado ella porque los había visto en su habitación. Lo que pasa es que mi mamá andaba un poco celosilla porque yo iba diciendo a todo el mundo que quería mucho, mucho, mucho a Baltasar para que no me trajera el pijama, pero mi mamá siempre quiere que la quiera a ella más que a nadie.

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