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Las pequeñas cosas

Contó ayudándose con los dedos de la mano como cuando la profesora le enseñaba a sumar. Mentalmente ya no podía retener los números, las cifras. Desde que ya no iba a la compra le costaba hacer las sumas y las restas.

Además, el tema del dinero siempre había sido cosa de su Paco, pero ya no ahora.

Con los dedos de una mano no le llegaba, y la otra mano estaba ocupada agarrando la garrota, la que utiliza para apoyarse cada vez que tiene que levantarse de la silla o cuando, con mucha suerte, se encuentra con fuerzas para dar un paseo con las pocas amigas que le quedan.

Sus amigas. Comparten rezos, misas y algunas horas sentadas en un banco de una plaza. Una en silla de ruedas; otra con un aparato que lleva detrás de la oreja que le permite oír alguna frase, pero no todas; otra que se queja de lo poco que ve… Se sientan y se cuentan una y otra vez las mismas cosas, siempre cosas de cuando eran mozas, de cuando vivían en el pueblo, de cuando iban al baile, de cuando no había tantos robos, de cómo han crecido sus nietos, de lo solas que están… Del futuro, simplemente no hablan.

Hoy, sin embargo, para ella ha sido un gran día. Su nieto le había pedido ayuda: necesitaba que le cosiera el bolsillo del pantalón que más le gusta. Ella se ha esmerado mucho, ha cosido lo mejor que sabe y puede, porque su vista ya no es la de antes y su pulso apenas le deja enhebrar la aguja. Su nieto inmediatamente se ha puesto los pantalones y le ha dado un beso.

Ella hace tiempo que ha aceptado que su futuro consiste en esperar que pasen pequeñas cosas como estas para sentirse nuevamente un poquito viva y feliz.

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