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Aprendiendo a jugar al escondite

Lo normal es que yo me esconda y mi papá o mi mamá me busquen. Al principio, ellos me llamaban y yo respondía, y me encontraban enseguida. Con el tiempo, aprendí que si no hablo cuando estoy escondido tardan más en encontrarme. ¡Es lo que tiene hacerse mayor, que vas aprendiendo cosas!

También, al principio, cualquier sitio me servía para esconderme, pero ahora consigo mejores escondites: me guardo en armarios, debajo de las camas, detrás de las puertas… El lugar que más me gusta es el baño y, encima, en mi casa hay dos. Mientras me encuentran puedo jugar con el agua. A ellos no les gusta mucho que me esconda en el baño, pero es mi escondite favorito.

Ahora ya juego a que mis papás se esconden y yo les busco. Mi papá se escondió un día en la terraza, debajo de una mesa, y me costó un montón encontrarle. Cuando le vi, de la emoción que me dio, cerré la puerta y pasó una cosa muy curiosa. Mi papá estaba a un lado de la puerta y yo al otro. Mi papá me hacía un montón de señas tras el cristal: me chillaba, me hacía gestos, hacía muecas y a mi me hacía mucha gracia. ¡Me reí un montón! Pero luego se me fue haciendo muy pesado porque mi papá no entraba en casa y yo quería seguir jugando al escondite. Él seguía haciéndome señas y diciéndome cosas, pero yo me cansé.

El juego acabó cuando un señor, que vive en el piso de abajo, entró en mi casa y buscó a mi papá hasta que le encontró la terraza. ¡¡¡Se ve que al vecino de abajo también le gusta jugar al escondite, y que como no tiene niños quiere jugar con nosotros!!! A mi papá le gustó mucho que jugara el señor porque le dio un montón de veces las gracias por subir a jugar.

Ese día en la comida, papá contó que habíamos jugado al escondite con el señor que vive en el piso de abajo. A mamá y a la abuela les gustó mucho la idea porque estuvieron riéndose un montón de rato.

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