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Nuevos autores

Adoro los libros, son mi religión. Yo siempre había sido una gran devoradora de libros, seguía mis autores favoritos e intentaba conocer nuevos.

Por suerte, vivía cerca de una biblioteca que yo había convertido en mi segundo hogar: rodeada de libros, papeles y lápices me sentía feliz.

Tenía mi biblioteca un mostrador dedicado a últimas novedades que yo visitaba día tras día.

Aquel día cogí el libro. Ni el título ni la reseña acabaron de convencerme. El diseño, entre moderno y clásico, o la foto de la portada, una persona oscurecida con un anochecer a sus espaldas, me gustaron más.

Llegué a casa y aunque no estaba muy convencida, abrí el libro y empecé a leerlo. No me emocionó su comienzo, pero como soy de las personas que nunca pueden dejar un libro a la mitad, seguí leyendo.

La sorpresa llegó en la página ciento veintitrés. Al pasar la hoja me encontré con un billete de veinte euros. Yo no suelo tener costumbre de usar billetes como marcadores de página, pero no descarté la idea de que alguien no quiso doblar la hoja de un libro que no le pertenecía.

Estuve tentada a quedarme con el dinero. Sin embargo, cuando devolví el libro le conté a la bibliotecaria lo que me había sucedido, y le pedí por favor que me dijera el nombre de la persona que lo había leído antes que yo.

-El libro es nuevo; antes que usted nadie más lo ha alquilado –me dijo. Quédese con el billete.

Me quedé extrañada, pero me fui contenta con mi billete a casa, no sin antes alquilar otro libro.

Aunque el libro que acababa de leer nunca estaría entre mis favoritos, busqué otro del mismo autor: quería darle una segunda oportunidad. Esta vez el libro me cautivó desde el principio. Vorazmente fui devorando páginas, hasta que al llegar a la noventa me encontré nuevamente un billete. Sorprendida, me decidí a indagar para conocer quién podría dejarse billetes entre los libros de una biblioteca.

Al devolver el libro volví a hablar de mis hallazgos con la bibliotecaria. Le pedí que me dijese quién antes que yo había alquilado el libro. Me dijo que aquella información estaba protegida por la ley de protección de datos. Algo molesta, añadió que aprovechara aquellos euros para comprarme un libro, un buen libro, y que lo disfrutara.

Alquilé nuevamente un libro. Esta vez me decidí por los clásicos. Releería El Lazarillo de Tormes.

Llegué a casa. Y como había previsto, devoré aquel libro que había leído en mi etapa estudiantil. Recordé muchos detalles que había olvidado y descubrí que ahora podía apreciar mejor su narrativa.

Encontré un gran revuelo en la biblioteca el día que fui a devolverlo. La policía estaba allí, incluso había una ambulancia. Un agente me impidió entrar. Me preguntó por el motivo por el que quería pasar.

-Quiero devolver un libro –le dije mostrando el libro en cuestión.

-Vuelva usted otro día. Hoy es imposible.
-Pero debo entregarlo hoy, si no me multarán y no podré sacar más libros durante un tiempo –mentí.
-Vuelva usted otro día hoy es imposible.
-Pero ¿qué ha pasado?
-Apártese señora, tenemos que poner orden.

Decidí irme de allí, estaba perdiendo el tiempo.

Al día siguiente, cuando volví a la biblioteca para devolver el libro, la encontré cerrada. En la persiana había pegado un papel que decía ‘Cerrado hasta nuevo aviso’. Contrariada, volví a mi casa. Sin libro que leer, decidí poner la televisión. Era la hora de las noticias. Después de política e internacional, una noticia captó mi atención:

La biblioteca Guzmán de Alfarache ha sido objeto de un acto vandálico sin precedentes. Decenas de personas acudieron en tropel a la biblioteca con el objetivo, no de alquiler un libro para leer, sino de buscar entre sus páginas billetes de 20 euros. Al parecer, circula un bulo entre los lectores que afirma que alguien está escondiendo billetes entre las páginas de algunos libros.

Los asaltantes, que no parecían muy amantes de la lectura, se han dedicado a buscar el dinero sin respetar ni libros ni estanterías ni al vigilante de seguridad. Este, se vio obligado a avisar a la policía al no poder mantener el orden

Estas son las declaraciones de la bibliotecaria:

-Todo se debe a una desequilibrada que vino a la biblioteca a devolver unos libros, afirmando que entre sus páginas había encontrado billetes de veinte euros y que quería devolver ese dinero a su dueño.

Nerviosa por lo que acababa de escuchar, llamé inmediatamente a la cadena de televisión y pedí hablar con el reportero que había elaborado el reportaje. Me presenté como la desequilibrada que había encontrado el dinero en los libros de la biblioteca Guzmán de Alfarache. El reportero estaba ocupado, pero me cogieron el número de mi móvil para pasarle el recado.

Al día siguiente me llamó el reportero. Le conté mi historia, lo mismo que le había contado anteriormente a la bibliotecaria a la que catalogué de sinvergüenza y mentirosa por haberme llamado desequilibrada. El reportero quiso saber quién era el autor de aquellos libros y en qué editorial estaban publicados. Dije que eran obra de una escritora llamada Justina González.

Sonreí divertida, mi plan había funcionado.

Un comentario en “Nuevos autores

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