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El escaparate

Se sentía tan feliz que tenía ganas de cambiar el mundo. Reunía fuerzas para eso y para mucho más.

Empezaría por su pequeño planeta para luego ampliar horizontes, conquistar galaxias y adueñarse del universo. Su lema era el mismo que había servido para publicitar el partido Barcelona-Real Madrid: el partido de las galaxias se juega en la tierra. Él también se sentía un galáctico con los pies en la tierra.

Cambiaría el escaparate de su pequeña tienda de material deportivo Planetario. Recordó la primera vez que tuvo que hacerlo, tenía millones de ideas en su cabeza, todas buenas, pero su indecisión por una en concreto le hizo mezclar todas y ningún resultado le convencía. Buscaba la perfección para tener un buen comienzo. En ese escaparate estaba su futuro.

Aquella vez recreó un partido de futbol con muñecos hinchables gigantes que parecían caerse para luego volver a levantarse. Vistió a los muñecos con una camiseta de futbol que llevaba publicidad de su Planetario. Todos los jugadores llevaban el mismo dorsal: el veinte. Era el descuento que haría en cada prenda que vendiese como bienvenida a las clientes. Fue su primer pequeño gran éxito, los niños se arremolinaban para ver como se movían aquellos falsos futbolistas. Todos los días durante tres meses tuvo que limpiar pequeñas huellas de manos del cristal de su tienda.

Con el paso del tiempo, cambió el futbol por otros deportes. Una raqueta gigante a la que puso ojos y una melena larga que recogía con un pañuelo; la medalla de oro y el arco con el que Juan Carlos Holgado Romero ganó en Barcelona 92; una pértiga de salto que, gracias a las dos alturas de su Planetario, pudo poner entera para que sus clientes se dieran cuenta de lo mucho que saltan los atletas…

Él, como sus escaparates, también había ido cambiando, aunque no cada tres meses. Ya no era un jovenzuelo. El paso del tiempo había convertido su pelo, antes largo y moreno, en escaso y cano. Su piel, curtida por los años y por el sol, había empezado lentamente a arrugarse. Su cuerpo era pura fibra, no en vano salía a correr dos veces por semana desde hacía ya varios años. Últimamente, se preparaba para correr su primer maratón. Correr le ayudaba física y psíquicamente. Controlar la mente y saber dosificar las fuerzas eran las claves para superarse.

Ahora un nuevo escaparate se abría en su vida: iba a ser abuelo.

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